“La sincronicidad revela las conexiones significativas entre el mundo subjetivo y el objetivo” (Carl G. Jung)
“La sincronicidad… significa una ‘coincidencia significativa’ de eventos externos e internos que no
están causalmente conectados. El énfasis reside en la palabra ‘significativa’” (Marie Louise von Franz)
La Sincronicidad
La sincronicidad es un concepto propuesto por Jung para explicar las conexiones significativas entre mente y materia. La sincronicidad es la co-ocurrencia significativa de una experiencia subjetiva y un evento físico de manera que se trasciende la ley de causalidad. Es la manifestación empírica dual del Unus Mundus, el reino más profundo donde se trasciende espacio y tiempo.
Según Jung, cuando los arquetipos del Unus Mundus −la realidad subyacente unificada a partir de la cual emerge todo− operan en el reino de lo psíquico, se manifiestan como patrones dinámicos de imágenes e ideas. Cuando operan en el reino de lo físico, se manifiestan como patrones de la estructura y de los fenómenos de la materia y la energía. Cuando los mismos arquetipos operan simultáneamente en ambos reinos, dan lugar a los fenómenos que Jung llamó “sincronísticos”.
Cuando se activan los niveles más profundos del inconsciente, entonces aparecen los fenómenos sincronísticos, conectando los mundos internos y externos mediante el significado. Las leyes acausales conectan a todas las cosas del universo de forma sincronística. Para Jung, la sincronicidad es “Una coincidencia en el tiempo de dos o más eventos no relacionados casualmente que tienen el mismo o similar significado” y también “Es la interacción, más allá del tiempo y del espacio, de todos los fenómenos, sean físicos o psíquicos”.
El propósito principal de Jung al proponer el concepto de sincronicidad fue la unión de Psyche y Physis, entre mente y materia, pero no lo logró completamente. Para Jung, los fenómenos sincronísticos unen mente y materia, de tal forma que se interpenetran, como en el símbolo del yin-yang. Mente y materia son dos aspectos de una misma realidad profunda.
Hay que distinguir entre sincronismo (coincidencia en el tiempo de dos sucesos) y sincronicidad (coincidencia en el tiempo de dos o más sucesos no relacionados causalmente y que comparten el mismo significado). La sincronicidad es un principio unificador de la naturaleza, que está oculto, pero que se manifiesta en coincidencias significativas de hechos particulares. La sincronicidad es atemporal. El sincronismo ocurre en el tiempo.
Según Jung, deben de cumplirse 3 condiciones para exista sincronicidad entre dos eventos:
Toda presunción de una relación causal entre ambos eventos es absurda o inconcebible.
Los dos eventos comparten un significado común, que podría expresarse simbólicamente.
Un evento contiene un componente percibido a nivel interno, y el otro evento un componente percibido a nivel externo.
Según estos criterios: 1) Un fenómeno sincronístico es de tipo psico-físico; 2) Es inexplicable desde un punto de vista exclusivamente físico o exclusivamente psíquico; 3) Los eventos no tienen por qué ser necesariamente simultáneos.
Realmente, la acausalidad hay que entenderla en el sentido de que los aspectos físico y psíquico no son causa y efecto uno del otro, sino que ambos son manifestaciones de los arquetipos del Unus Mundus, el reino que trasciende el espacio y el tiempo. La unión de los polos opuestos (físico y psíquico) es una manifestación de la conciencia profunda.
La sincronicidad nos remite al Unus Mundus, un plano de la realidad de tipo transcendental, una dimensión oculta y profunda donde todo está interconectado. Es desde este nivel profundo donde se manifiestan los dos polos de la realidad (lo físico y lo psíquico). Las sincronicidades son actos creativos, discontinuos del Unus Mundus.
El Unus Mundus es el arquetipo matriz o universal, fundamento de todo, un lugar sin lugar, un mundo sin mundo, el vacío, el motor de todas las coincidencias significativas, de la sincronicidad. La sincronicidad es la manifestación de una unión profunda entre mente y materia, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo consciente y lo inconsciente. Con la sincronicidad, Jung explica lo aparentemente inexplicable: que todo tiene su fuente en lo profundo, que se manifiesta en los reinos duales de lo físico y lo psíquico.
Como psique y materia son dos aspectos complementarios de una misma realidad gobernada por los arquetipos, esto implicaba que los arquetipos son elementos de un reino más allá de la materia y la psique. Jung calificó a los arquetipos como “psicoides” para referirse a esta característica. Según Pauli, esta concepción remite a las ideas platónicas.
Jung comparó su teoría de la sincronicidad con el Tao de la antigua sabiduría china: la fuente, principio y origen de toda la coherencia, inteligencia, creatividad, orden, armonía, propósito y significado del universo, donde todo está conectado y donde no existe ni el tiempo ni el espacio.
Jung se refiere también al I Ching, el antiguo oráculo chino, en el que se utiliza el aspecto práctico de la sincronicidad, al producirse una conexión simultánea entre el estado psíquico del consultante y la aparición de imágenes (los hexagramas). Para Jung, el I Ching es un sistema que intenta hacer conscientes los arquetipos. El procedimiento de arrojar monedas se considera esencialmente un medio de generar fenómenos sincronísticos. El hexagrama obtenido a partir del azar es a la vez un evento físico objetivo y a la vez un evento subjetivo de profundo significado, siempre que el individuo realice el procedimiento con la actitud adecuada. Los aspectos objetivo y subjetivo no son categorías separadas de la experiencia; están unidas.
La sincronicidad remite desde lo superficial a lo profundo, que es donde reside el significado. La sincronicidad no es el puente entre mente y material, sino es solo la manifestación sincronística de los arquetipos.
Una sincronicidad abre la conciencia porque une los opuestos (lo físico y lo psíquico) aunque sea de tipo particular y circunstancial, pues remite o evoca la sincronicidad universal, donde todo está conectado.
Jung colaboró con el físico Wolfgang Pauli en la elaboración del concepto de sincronicidad. Ambos comprendieron que psique y materia eran solo dos manifestaciones de un mundo profundo y trascendente, el Unus Mundus. El fundamento del mundo físico y del mundo psíquico no es ni físico ni psíquico.
MENTAL y la Sincronicidad Universal
Los fenómenos sincronísticos junguianos, son de carácter episódico, local, discontinuo y temporal, aunque nos permiten intuir que existen patrones universales o globales (los arquetipos) que se manifiestan en la mente y en la naturaleza. Frente a esta concepción, con MENTAL se plantea una sincronicidad universal, de tal manera que siempre hay conexión permanente entre lo profundo y lo superficial. El sincronismo es horizontal. La sincronicidad es vertical. Esta relación sincronística se refleja en:
La unión de los opuestos o duales: ontología y epistemología, mente y naturaleza, espacio y tiempo, sintaxis y semántica, semántica lexical y estructural, etc.
Los propios arquetipos primarios conectan los opuestos fundamentales, que son lo superficial y lo profundo. La sincronicidad es la conciencia universal.
La disolución de fronteras. Todo es la misma cosa: la matemática, los sistemas operativos, la inteligencia artificial, los lenguajes de programación, la cibernética, etc. son diferentes manifestaciones de una misma cosa: los arquetipos primarios de carácter abstracto.
MENTAL representa la verdadera sincronicidad universal. Todo está sincronizado desde lo profundo. En MENTAL, además la sincronicidad (a nivel profundo), existe a nivel superficial. Esto se realiza mediante expresiones genéricas. Por ejemplo,
(k = 7)
ao = 〈k+3〉
a // ev. 10
(k = 17)
a // ev. 20
Adenda
La sincronicidad en Pauli
El propio Pauli fue una “víctima” de la sincronicidad. Toda su vida estuvo preocupado por la cuestión de la constante de estructura fina del universo (α), una constante adimensional fundamental de la física cuántica, que es aproximadamente 1/137. Pauli creía que la comprensión de este número primo era crucial para la física. El número 137 es también el número de la palabra hebrea “Cábala”. Pues bien, Pauli murió en la habitación 137 de un hospital de Zurich. Sir Arthur Eddington creía que el número 137 posee propiedades místicas.
La constante α fue introducida en física por Arnold Sommerfeld. Se le denomina “el número cósmico” [Miller, 2009]. Su valor no es casual, sino que es una ley de la naturaleza, un número arquetípico. Si α hubiera sido un poco mayor, no seríamos capaces de distinguir la materia del vacío.
También se dice que la mera presencia de Pauli en un laboratorio hacía que se produjeran fallos en los equipos. Era el conocido como “efecto Pauli”. El propio Pauli consideraba estos fenómenos como posibles manifestaciones sincronísticas de un conflicto profundo entre sus lados racional y no racional.
Bibliografía
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